angeles caso  La Navidad representa una fecha de reencuentros , de reuniones familiares ,  de actos de solidaridad , de buenos deseos ….son  fechas  especiales cargadas de sentimientos y  emociones que también , porqué no , nos hacen recordar más intensamente  a todas esas personas que un día   marcharon de viaje  dejándonos   una enorme huella en nuestra vida ;  pero que agradecemos profundamente  que estuvieran un ratito por aquí ofreciéndonos lo mejor de ellas mismas .

 Y es que no dejo de maravillarme como la vida se expresa en la misma vida y como nos va enviando los mensajes de una forma sutil  ;   de hecho siempre  hay mensajes que nos rodean ,  solo que a veces no estamos sintonizados  con ellos , con prestarles demasiada  atención y perdemos los momentos .

 Es el ciclo de la vida ; después de un tiempo de cierta incertidumbre y desasosiego ,  llego a comprenderlo , como dice  Ángeles Caso , la escritora de este bellísimo artículo  : “Tengo la sensación de que empiezo a entender un poco de que va esto llamado vida”

 Este  me lleva a recordar la importancia de vivir el presente y expresar nuestro sentir, de valorar lo esencial ; y este es un aprendizaje que nos lleva casi toda la vida, y practicamente cuando ya queda relativamente poco, entendemos la verdadera esencia de las cosas.

No sé si  habréis leido ya este artículo , pero para quién no haya tenido la ocasión de hacerlo, aqui lo dejo y lo comparto.  Dice así :

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«Será porque tres de mis más queridos amigos se han enfrentado inesperadamente estas Navidades a enfermedades gravísimas. O porque, por suerte para mí, mi compañero es un hombre que no posee nada material pero tiene el corazón y la cabeza más sanos que he conocido y cada día aprendo de él algo valioso. O tal vez porque, a estas alturas de mi existencia, he vivido ya las suficientes horas buenas y horas malas como para empezar a colocar las cosas en su sitio. Será, quizá, porque algún bendito ángel de la sabiduría ha pasado por aquí cerca y ha dejado llegar una bocanada de su aliento hasta mí. El caso es que tengo la sensación –al menos la sensación– de que empiezo a entender un poco de qué va esto llamado vida.

Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad. Paso de las coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual que paso del fango de la envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno. Aparto a los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y ambiciosos que aspiran a reposar en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias, sobre las que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera. Detesto los coches de lujo que ensucian el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante, las joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un pedazo de pan.

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Rechazo el cinismo de una sociedad que sólo piensa en su propio bienestar y se desentiende del malestar de los otros, a base del cual construye su derroche. Y a los malditos indiferentes que nunca se meten en líos. Señalo con el dedo a los hipócritas que depositan una moneda en las huchas de las misiones pero no comparten la mesa con un inmigrante. A los que te aplauden cuando eres reina y te abandonan cuando te salen pústulas. A los que creen que sólo es importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y ser.

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Y ahora, ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.

También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase.

Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí.

Sólo quiero eso.

 Casi nada o todo»

Las cosas más simples son las más extraordinarias. Deja que se manifiesten.
¡ Feliz Navidad !