Aunque son dos afecciones distintas, el asma y las alergias están íntimamente relacionadas, hasta el punto de que las personas alérgicas son más propensas a padecer de asma. Aquellos que sufren de ambas deberán conocer muy bien qué alérgenos les afectan para poder evitarlos, o tratar de paliar sus efectos.
Según un informe elaborado por la World Allergy Organisation (WAO) en 2006, el conjunto de enfermedades alérgicas representa la causa más común de enfermedad crónica en países desarrollados, mientras aumenta su incidencia en países en desarrollo.
La WAO estima que el 30-40% de la población mundial sufrirá como mínimo un episodio alérgico a lo largo de su vida, ya que los factores ambientales (además de los genéticos) son determinantes en el desarrollo de esta patología.
Cuando hablamos de reacción alérgica, en realidad nos estamos refiriendo a un proceso hipersensible por el cual una persona reconoce como extraña una sustancia (alérgeno) normalmente inocua para la mayoría de la población. Dicha sustancia provoca en la persona afectada una reacción específica y desproporcionada del sistema inmunitario, generando síntomas de muy diversa índole en el organismo.
Los principales alérgenos conocidos son los pólenes, los insectos, los ácaros del polvo, los hongos, los restos epiteliales de animales de compañía (pelos, escamas, saliva, orina o heces), así como algunos alimentos y aditivos (huevo, leche, pescados, mariscos, frutas, frutos secos…) y medicamentos.
La respuesta alérgica
Una de las formas más frecuentes de hipersensibilidad conducente a la reacción alérgica es la que conocemos como hipersensibilidad inmediata. Se trata de un mecanismo de respuesta inmunológico en el que intervienen unos anticuerpos llamados inmunoglobulinas E (IgE). Estos anticuerpos se producen en respuesta a la exposición del alérgeno en cuestión.
Las IgE participan junto con determinadas células del sistema inmunitario (mastocitos y basófilos) en el reconocimiento del alérgeno, uniéndose a él. De este modo, los mastocitos y basófilos liberan sustancias como la histamina y otros mediadores inflamatorios que generarán los síntomas característicos de las reacciones alérgicas.
La respuesta alérgica no se produce la primera vez que se está expuesto al alérgeno. En esta primera ocasión se activa un proceso silencioso denominado sensibilización.
Los anticuerpos deben producirse tras una o varias exposiciones previas al alérgeno. De esta forma, la generación de IgE en pacientes sensibilizados hará que, en la siguiente toma de contacto, el organismo se vea capacitado para reaccionar rápidamente frente al alérgeno, provocando los síntomas típicos de la reacción alérgica.
Alergias estacionales
Algunas alergias pueden manifestarse en determinados períodos del año: son las llamadas alergias estacionales, y suelen estar vinculadas a los alérgenos que entran en contacto por vía aérea provocando una reacción alérgica en el tracto respiratorio (conjuntivas, nariz y bronquios). En concreto, el polen de los árboles (plátano, olivo, ciprés, abedul…) al inicio de la primavera, y el de las gramíneas entre mayo y julio y en otoño, representan los períodos de máxima sensibilización.
Otro tipo de alergias dan lugar a manifestaciones clínicas que persisten a lo largo de la vida, aunque pueden aparecer períodos de empeoramiento intenso que se relacionan con la exposición al agente que produce la alergia. En este caso, las alergias están más vinculadas a las formas perennes, es decir, a esos alérgenos que pueden provocar sintomatología alérgica durante todo el año.
En función de la vía de exposición, los alérgenos se pueden clasificar en tres categorías: los alérgenos contactantes (o de contacto) provocan urticaria, dermatitis de contacto y atópica; los alérgenos por ingestión o inoculación son responsables de enfermedades alérgicas tales como la rinoconjuntivitis, la urticaria, la anafilaxia y el asma bronquial; y por último, los alérgenos inhalantes suelen ser causa principal de patologías como la rinitis, la conjuntivitis o el asma.
Ahora bien, una persona puede tener asma, rinitis o cualquier otra enfermedad, y padecer además algún tipo de alergia. En este sentido, se dice que una persona tiene asma si tiene episodios de tos, “pitos” en el pecho y dificultad respiratoria. Síntomas que pueden ser debidos a una alergia; es decir, esa persona tiene asma alérgica. Podemos decir, por tanto, que la alergia es una causa de asma, pero no todas las personas que sufren de asma son alérgicas.
Hay que decir que el asma alérgico puede reaccionar con toda clase de desencadenantes. Los bronquios ya inflamados e inestables reaccionan con muchos estímulos, por ejemplo el propio alérgeno, las infecciones, el aire frío, los contaminantes del aire, los ambientes con humo de tabaco, los esfuerzos físicos, los olores fuertes, el nerviosismo o el estrés. Sin embargo, la mayoría de estos desencadenantes no son la causa del asma, sino que actúan sobre los bronquios ya inflamados.
Podemos comparar esta circunstancia con una persona que sufre una lesión en el tobillo, y se le inflama la articulación. Apretar el tobillo con el dedo produce dolor, mientras que la misma presión en el tobillo sano no causa ninguna molestia. Lo mismo ocurre, pues, con los estímulos sobre los bronquios sanos sin alergia, y los bronquios ya inflamados por la alergia.
Soluciones naturales
* Comino negro: diversos estudios realizados sobre pacientes con rinitis alérgica han demostrado el efecto antiinflamatorio del aceite de las semillas del comino negro. Alivia los síntomas asociados a la rinitis (congestión nasal, picor, rinorrea, estornudos), y ejerce una actividad antihistamínica en pacientes asmáticos.
* Quercitina: flavonoide muy eficaz para mejorar los procesos alérgicos. Estabiliza las membranas de los mastocitos, reduciendo la liberación de histamina. Además, inhibe la producción de enzimas que intervienen en la síntesis de otros mediadores inflamatorios.
* Bromelina: su actividad se centra en su acción mucolítica en las enfermedades respiratorias. Además, reduce el edema y la inflamación asociada a la rinitis alérgica.
* Bioflavonoides cítricos con quercitina: los flavonoides son antioxidantes clave con actividad antihistamínica que alivian las molestias de la alergia primaveral. La quercitina evita la liberación de histamina y otros mediadores implicados en la inflamación.
* Vitamina C: previene la secreción de histamina y aumenta su detoxificación. Se han encontrado niveles altos de histamina en pacientes con bajos niveles de vitamina C. En el asma, ejerce también un efecto positivo mejorando los síntomas respiratorios.
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