La congelación es uno de los mejores métodos que podemos usar en casa para conservar alimentos crudos y cocinados, pero no siempre se hace bien.

A menudo caemos en malas prácticas que además de estropear la comida podrían ser un riesgo para la salud, o se nos olvida que los congelados también caducan.

¿Y qué pasa con la comida descongelada, se puede volver a congelar?

La congelación es un método de conservación de alimentos y productos que se basa en someterlos a temperaturas muy frías para alargar su vida útil. Lo que conseguimos es detener el crecimiento de los microorganismos que pueden afectar a la comida. Hay tres tipos:

Beneficiosos: como los usados en la elaboración de queso, yogur, kéfir, pan, etc.
Alterantes: modifican la apariencia del alimento, produciendo su deterioro progresivo.

Patógenos: pueden producir toxiinfecciones más o menos peligrosas.

La temperatura habitual de congelación es -18ºC, suficiente para parar el crecimiento microbiano. Pero hay que recordar que con la congelación los microorganismos no se destruyen, solo permanecen inactivos o se ralentiza su actividad. Por eso la comida congelada también caduca, y si un producto está afectado por patógenos, seguirán ahí una vez descongelado.

Al descongelar un alimento crudo o un plato cocinado se reactiva la actividad microbiana; los microorganismos continúan con su multiplicación en condiciones normales. Es como quitar el botón de pausa en el proceso de deterioro del alimento, que retoma su camino a velocidad normal hacia el fin de su vida útil apta para el consumo.

Además, durante la congelación se producen alteraciones físicas que modifican el aspecto y la textura, afectando incluso al sabor. Por eso hay alimentos que no admiten bien la congelación, como las grasas o la patata. Lo ideal es congelar a gran velocidad y descongelar lentamente a temperaturas bajas, en la nevera, para no alterar las propiedades organolépticas y minimizar el crecimiento microbiano.

Teniendo todo esto en cuenta, está claro que recongelar comida descongelada supone correr ciertos riesgos que sería mejor evitar. Al descongelar hemos reactivado la actividad de los microorganismos, el alimento ya habrá avanzado un poco más hacia su deterioro y podrían haberse desarrollado o multiplicado patógenos peligrosos.

La idea de peligro que se asocia a volver a congelar tiene algo de mito o creencia popular, pero no está falta de razón, sobre todo cuando se desaconseja por expertos en la materia. Si habitualmente ya se cometen errores de seguridad alimentaria en la cocina doméstica -y algunas profesionales-, parece lógico apostar por el “mejor prevenir que curar”.

Fuente directoalpaladar.com