Esta hortaliza, que alegra los platos con su sabor picante y su textura crujiente, posee un valioso efecto diurético y depurativo. Esto se debe en parte a su riqueza en sustancias antioxidantes que, además, potencian el sistema inmunitario.

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El rábano (Raphanus sativus), de la familia de las brasicáceas (o crucíferas, como las coles o berros), comparte con estas su acción antimicrobiana, antioxidante, expectorante, depurativa, inmunoestimulante y anticancerígena. Sus vitaminas, minerales y fitoquímicos lo convierten en un gran alimento para mantener la salud.

Muchas variedades, todas con beneficios

Existen múltiples variedades de rábanos, y aunque las hojas pueden consumirse en ensalada o infusión, se suele comer la raíz.

Desde el punto de vista botánico, pueden agruparse en tres grupos:

Rabanitos (Raphanus sativus sativus). Son los más cultivados, pequeños, alargados o redondos, y de color blanco, rosa o rojo. Su sabor suavemente picante los hace aperitivos y digestivos.

Rábanos negros (R. sativus niger). De forma cilíndrica y redondeada, con la piel negra, dura y difícil de digerir, pero una carne blanca de mejor digestión. Son los más usados medicinalmente.

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Rábanos blancos asiáticos (R. sativus longipinnatus). A este grupo pertenece el daikon, que se cultiva en el sudeste asiático y en Japón. De forma cilíndrica y alargada, pulpa blanca y un sabor suave, colabora en la depuración del cuerpo y en la eliminación de mucosidades y cálculos renales.

Vitamínico y diurético

El rábano es una de las hortalizas con más agua, casi un 95%. Apenas aporta proteínas (1,1%) ni grasas (0,1%), y su porcentaje de hidratos de carbono es también bajo (2%). Pero destaca en potasio (255 mg/100 g), en vitamina C (27 mg) y en folatos (27 mcg).

La vitamina C es antioxidante, por lo que previene numerosas dolencias, e interviene en la formación de glóbulos rojos y del colágeno que precisan huesos y tejidos.

Entre los minerales además de potasio, necesario para la regeneración y transmisión del impulso nervioso y la actividad muscular, contiene también algo de calcio, fósforo, hierro magnesio y azufre, que le otorga su característico sabor picante.

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Protector de las mucosas

Al ser rico en agua es un buen diurético que propicia la micción y con ello la eliminación de líquidos retenidos en el cuerpo. Favorece, además, la depuración de la sangre y la limpieza de las mucosas gástrica, urinaria e intestinal.

Otros componentes son los ácidos cafeico y clorogénico, que aportan todas las verduras crucíferas. Estos ácidos inhiben la absorción del yodo y disminuyen la producción de tiroxina, la hormona tiroidea que controla el metabolismo e incide en algunos estados emocionales. Es un alimento muy recomendable en caso de hipertiroidismo; en cambio, si se sufre hipotiroidismo hay que controlar su consumo.

Mejores defensas

El sencillo rábano es un auténtico tesoro para la salud por sus propiedades depurativas, digestivas, antibióticas y anticancerígenas. Está especialmente indicado si se padecen enfermedades hepatobiliares, hipertensión, infecciones recidivantes, alergias, anemia, artritis, hipertiroidismo o procesos degenerativos (cáncer, esclerosis múltiple…), pero también es efectivo ante las digestiones pesadas y el estreñimiento, para facilitar el sueño o mejorar el aspecto de la piel.

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Una delicia en la cocina

El uso más común de los rábanos es en ensalada, más aun cuando están tiernos, pero también pueden cocinarse. Su sabor es vivaz, picante, más o menos suave según la variedad y el momento de la cosecha. Al pelarlos, tomarlos fríos directamente del frigorífico o someterlos a cocción se suavizan.

Su mejor época va de mayo a junio. Los rábanos de primavera y los de verano son ideales para consumir con piel. Los más grandes de otoño no suelen consumirse crudos y es mejor pelarlos. Descubre este mes en Cuerpomente algunas de las combinaciones más originales y sabrosas.

Fuente cuerpomente.com