La Oncología Integrativa o Abordaje Oncológico Integral

La Oncología Integrativa o Abordaje Oncológico Integral

La posibilidad de que un oncólogo proponga en un hospital a un enfermo con cáncer un tratamiento que vaya más allá de la cirugía, la quimioterapia y la radioterapia es a día de hoy prácticamente nula.

Le costaría el rechazo ideológico de la mayoría de sus colegas e incluso el moobing laboral. Y en caso de proponerlos como alternativa a los tratamientos convencionales hasta serios problemas legales.

En Estados Unidos, sin embargo, algunos de los centros oncológicos más importantes han decidido ya incorporar diversas terapias alternativas convirtiéndolas en complementarias dando lugar a lo que actualmente se denomina Abordaje Oncológico Integral u Oncología Integrativa.

Entre ellos el Dana-Farber Cancer Institute -centro médico de la Universidad de Harvard-, el San Diego Cancer Research Institute, el Centro de Medicina Integrativa y Complementaria del NewYork Presbyterian Hospital-Weill Cornell Medical Center, el Memorial Sloan-Kettering Cancer Center de Nueva Yorky el MD Anderson Cancer Center de Texas.

Al principio sólo para combatir síntomas, en la actualidad para alargar la supervivencia de los enfermos.

Y es que hace ya años que los Institutos Nacionales de Salud -principal organismo federal norteamericano dedicado a la investigación médica- creó un organismo propio que se encarga de la información e investigación de las prácticas complementarias: el National Complementary and Alternative Medicine.

Entidad que ha clasificado las terapias complementarias en cuatro grupos: medicina mente-cuerpo, prácticas biológicas (plantas, vitaminas, etc), prácticas de manipulación (quiropráctica, osteopatía, etc) y terapias energéticas (terapias de biocampo y bioelectromagnéticas).

Pues bien, Natalia Eres, oncóloga catalana, ha decidido dejar la práctica oncológica hospitalaria y trata hoy de poner en marcha en nuestro país un proyecto similar.

¿Cuáles son las terapias complementarias que, según su experiencia, son más efectivas?

La suplementación nutricional, la Fitoterapia, la Inmunoterapia -que cuenta n con numerosos estudios positivos en cáncer-, la Homeopatía -que para mí es una terapéutica muy importante en esta enfermedad y tenemos un grupo de estudio dedicado a ello-, la Acupuntura y la Ozonoterapia etc. Y, por supuesto, terapias como el Qi Qong, la Meditación o el Yoga.

También diferentes tipos de psicoterapia o visualización creativa para reforzar la confianza en el proceso de curación. Hablamos pues de tres grandes bloques: Fitoterapia y Suplementación, Homeopatía y Acupuntura -como terapias propiamente energéticas- y, finalmente, las terapias cuerpo-mente que ayuden al paciente a poner en marcha sus mecanismos curativos internos.

¿Cuenta ya con suficiente estructura como para ofrecer un tratamiento global a los enfermos?

En ello estamos. Y vamos creciendo. Tenemos ya por ejemplo un buen grupo de homeópatas. Contamos asimismo con fitoterapeutas, acupuntores, fisioterapeutas, profesionales de la hipnosis que enseñan a realizar relajaciones y visualizaciones…

Estamos en expansión porque el concepto lo tenemos muy claro. Cuesta encontrar gente que dedique tiempo a este proyecto de puesta en común. No olvide que estamos hablando de una iniciativa totalmente privada. Ésa es la gran diferencia con el hospital.

En el hospital todo lo que sea formación e investigación entra dentro del trabajo habitual y es financiado por el propio hospital o los laboratorios. Y nosotros tenemos que abordar todo ese trabajo una vez hemos acabado nuestro trabajo asistencial. Es decir, en los días de fiesta, en las vacaciones, durante los fines de semana… Y eso supone un compromiso muy duro.

¿No le interesa el proyecto a ninguna administración?

Tenemos perfilado el modelo, pero para obtener financiación pública se requieren sortear muchos obstáculos, habría que dedicar a ello mucho tiempo de puertas cerradas ante las narices, y tendríamos que restar ese tiempo del que dedicamos a atender a los pacientes y de nuestra formación.

Cuando tenemos muy claro que lo primero es ayudar a la gente a la que atendemos y que la política puede esperar.

¿Qué es lo que más necesitan en este momento?

Profesionales bien formados con aptitudes para trabajar en equipo y con espíritu entusiasta, y dispuestos a compartir. Y, claro está, dinero para poder poner en marcha proyectos clínicos y coordinarnos con la Sanidad convencional.

¿Y qué perfil deben tener esos profesionales?

Ante todo deben ser personas con espíritu autocrítico a fin de ser rigurosos y poder avanzar en nuestro trabajo con el menor número de tropiezos posible. Piense que muchas de las medicinas complementarias son de reciente desarrollo.

Además, la idea de que la curación pasa por potenciar el propio proceso curativo inherente a todo sistema biológico resulta paradójicamente hoy «nuevo» para la Ciencia.

Por otra parte, hay que ser muy honesto con la información. Y tener un espíritu abierto. Y saber compartir opiniones con los demás. Y así, si uno ve que un tratamiento no va bien debe estar dispuesto a cambiarlo sin más. Esto es básico. Mis compañeros y yo, por ejemplo, no tenemos ningún reparo en reconocer cuándo algo no funciona. O cuándo sí. Y decírselo al paciente y a nosotros mismos.

Parece sencillo pero cuesta, sobre todo al principio porque el médico particular ha invertido mucho tiempo y dinero en esa formación, vive de las consultas y su sinceridad puede hacer que el enfermo se vaya. Algo que no sucede en la Sanidad pública donde, funcione o no el tratamiento, el médico va a cobrar igual. Quienes practican la Medicina a nivel particular tienen que ser pues algo más valientes en este sentido.

¿Cree sinceramente que ha llegado la hora de que los oncólogos comiencen a mirar sin recelo a las terapias complementarias?

Sin duda. Primero porque los pacientes se responsabilizan cada vez más de su salud y la mayoría se ocupa ya de informarse por su cuenta de los tratamientos alternativos.

Es lógico porque a fin de cuentas éstos son inocuos y la quimio y la radioterapia no. Y personalmente yo estoy a favor de que cada enfermo asuma la decisión de cómo tratarse; es más, creo que es importante que lo haga. Sí, debería ser siempre el enfermo el que decida.

Lo que el profesional debe hacer es asegurarse bien de que la persona recibe toda la información disponible y entienda los riesgos que asume con sus decisiones. Es algo que con el tiempo la gente irá entendiendo y asumiendo. El enfermo puede así discutir cara a cara con los médicos.

Es más, gracias a Internet muchos médicos comienzan ya a intercambiar puntos de vista e información con los profesionales de las medicinas complementarias. Y empiezan a conocer y examinar los estudios que demuestran su eficacia.

Creo que ya sólo es cuestión de tiempo que sean médicos quienes desarrollen mayoritariamente en el futuro las llamadas medicinas complementarias. Y que su enseñanza pasará a las facultades de Medicina antes o después. Y que se diseñarán cada vez más estudios científicos que corroborarán su utilidad. Las evidencias caerán por su propio peso.

¿Cuál es su valoración del punto en que se encuentran hoy los tratamientos oncológicos tradicionales?

Actualmente hay todo un abanico de tratamientos médicos mucho más perfeccionados que la Quimioterapia. Por ejemplo, los anticuerpos, los antioncogénicos, los inhibidores selectivos -que tienen muy poca toxicidad y dan tiempo biológico al paciente-, etc.

Estoy convencida de que en apenas unos años la Quimioterapia habrá desaparecido y se tenderá a combinar fármacos más específicos y menos tóxicos con remedios naturales cuyos mecanismos de acción se conocerán para entonces aún mejor. De hecho el que los tratamientos con quimio sean cada vez más tóxicos es lo que actualmente está llevando a los enfermos a preferir las terapias complementarias o alternativas.

Se dice que la eficacia de los tratamientos oncológicos están contrastados pero todo indica que las estadísticas que presuntamente avalarían tal cosa están adulteradas ya que hoy la gran mayoría de los pacientes combinan los tratamientos convencionales con otros… sin informar de ello a los oncólogos.

Cierto. Me consta que al menos en España casi todos los enfermos siguen tratamientos alternativos a la vez que siguen el que les propone el médico.

Por eso queremos elaborar un registro que nos permita averiguar hasta qué punto es así. Claro que también nos consta que los pacientes cambian con frecuencia de tratamiento alternativo. Y eso puede hacer que evaluar el efecto de las medicinas complementarias tampoco vaya a ser fácil.

Y de hecho los estudios alemanes lo que hacen ya es evaluar lo que ellos llaman naturalistic approach o abordaje naturalista, es decir, el resultado de recibir varios tratamientos naturales en lugar de uno concreto. Y eso es lo que nos gustaría intentar en España, a nosotros.

El problema es que para obtener datos especificos debe ser un estudio randomizado, hacerse un hospital con un perfil de pacientes muy similar y lograr que un grupo reciba tratamiento alternativo y el otro no. Y no es tan sencillo. La gente no quiere renunciar al tratamiento complementario pues saben que les va a ayudar.

¿Cree que realmente hay hoy espíritu crítico tanto entre quienes ejercen sólo la medicina convencional como entre quienes practican sólo las medicinas alternativas o complementarias?

No. Falta autocrítica y valentía en ambos lados para decir: ¡Oye, esto no va como esperábamos ! Hay miedo a reconocer que uno está atascado y no sabe qué hacer.

¿Y no será que el problema empieza porque no está tan claro lo que es el cáncer?

Es posible. A mi juicio, de hecho, el cáncer no es una enfermedad estrictamente humana sino de los sistemas biológicos. Debería pues afrontarse más desde la Biología, la Ecobiología y la Bacteriología e integrarse luego a la Medicina.

Una compañera médica inmunóloga de nuestro equipo que trabaja en el campo de las autovacunas me ha comentado que deberíamos obtener más información de los microbiólogos y de los agrónomos -que hoy están estudiando los casos de árboles que tienen tumores producidos por virus- en lugar de centrarnos sólo en el ámbito de la Medicina que no es más que un aspecto muy pequeño de los sistemas vivos. Y replantearnos de una vez nuevos modelos.

Bueno, de hecho cada vez más estudiosos del fenómeno cáncer lo entienden como una respuesta biológica del organismo ante la actual toxicidad interna y externa…

Y podría ser. Porque es obvio que actualmente el nivel de carga química -tanto en el aire como en los alimentos, la ropa y prácticamente todo lo que nos rodea- es tan alto que puede intoxicar por completo el organismo.

Es más, puede alterar nuestra genética. En los mares del Norte hay peces que han cambiado de sexo a causa de la contaminación de las aguas. Por eso hoy necesitamos más que nunca buscar un nuevo modelo teórico explicativo del cáncer con el que poder trabajar. Y de ahí que me haya fascinado la experiencia de los Banerji en Calcuta.

Ellos han hecho lo que hacían los naturalistas, que es ponerse manos a la obra tratando pacientes con Homeopatía, observando y recogiendo los datos; y luego contrastándolo in vitro. Han desarrollado la teoría a medida que los pacientes les enseñaban qué pasaba con ellos. Y creo que eso es lo que necesitamos.

No podemos perder más tiempo en teorías por bonitas y creíbles que parezcan. Y esto vale para todas las medicinas, sean convencionales o alternativas. A la hora de la verdad en las enfermedades crónicas quien hace que sane un enfermo es siempre el propio cuerpo. Nosotros sólo somos podemos ayudarle.

Así que creo que ha llegado el momento de centrar nuestros esfuerzos en probar métodos -especialmente los que son más inocuos-, recoger datos de los resultados y cuando tengamos éxito… desarrollar una teoría. Cuando hablamos de terapéuticas no tóxicas como éstas el trabajo de campo -con observacion y método- es esencial. Hay que invertir el proceso.

Con el punto de partida del viejo axioma: ante todo, no hacer daño.

Exacto. No añadir daño al sufrimiento.

Díganos, ¿existe la posibilidad de que vuelva usted a la práctica convencional de la Oncología ?

Sinceramente, se trata de una posibilidad muy remota.

¿Y qué opinan sus ex compañeros oncólogos de sus planteamientos actuales?


Pues mantengo con ellos una relación bastante especial. Creo que no acaban de entender muy bien lo que pretendo… pero me envían enfermos suyos cuando ellos solicitan un tratamiento de soporte con medicina no convencional. No me han cerrado la puerta.

Y creo que eso está bien en un sistema sanitario que forma a los médicos para luchar contra la enfermedad en lugar de para promover la salud. Por ejemplo, a los médicos no se nos enseña durante la carrera prácticamente nada de Nutrición. Ni del impacto en la salud de las emociones y los conflictos psíquicos.

Además, cuando acabamos la carrera nos encontramos trabajando en un sistema donde cada médico tiene que atender a cuarenta pacientes al día, la mayor parte de las ocasiones recetando a los enfermos meros fármacos que palien sus síntomas.

En el sistema sanitario público mis compañeros trabajan a menudo hasta el agotamiento, cobran poco y encima se sienten insatisfechos porque muchas veces los resultados que obtienen con los enfermos no suelen ser los que cabría esperar. Ahora bien, todos somos responsables del sistema médico que tenemos.

Es un problema sociopolítico y no estrictamente médico. Y debemos ser conscientes de ello si queremos cambiarlo en lugar de limitarnos a protestar. Cada vez hay más cientificos, neurofisiologos, biólogos, etc., que han padecido cáncer, han sufrido en sus cuerpos la rudimentariedad del tratamiento quimioterápico y se preguntan por qué no se atiende más a las posiblidades reparativas de los sistemas vivos que ellos estudian.

Y claro, son portadores de testimonios y líderes de opinión al mismo tiempo, no simples pacientes que interrogan desde la ignorancia.

Bien, pues cuando toda esa gente hable abiertamente empezará a cambiar la conciencia médica y política respecto a cómo afrontar el cáncer y nuestra vida.

Eso sería ya algo muy importante. Mientras seguiremos trabajando con ilusión.

Fuente: Discovery DSalud, 108, 42-52
Autor: Antonio F. Muro