Un estudio publicado este jueves por la revista científica Cell ha descubierto que las células cancerígenas se establecen en el cerebro y forman nuevos tumores al ajustarse a las venas capilares y sintetizar unas proteínas que bloquean las defensas naturales contra ellas.
En el trabajo desarrollado en el Sloan Kettering Institute de Nueva York se explica el funcionamiento en el cerebro de la metástasis, el proceso por el que algunas células cancerígenas escapan de su tumor original y se instalan en otros tejidos y órganos.
El científico español Joan Massagué, director adjunto del Instituto de Investigación Biomédica (IRB Barcelona) y Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 2004, ha liderado el proyecto.
La metástasis es la causa más común de las muertes por cáncer y los tumores cerebrales que nacen a través de este procedimiento son diez veces más comunes que los cánceres primarios.
Las células metastizadas sobreviven por la proteína «serpin»
Para llegar hasta el cerebro, estas células deben separarse del tumor donde se originaron, entrar en el torrente sanguíneo y cruzar unos vasos sanguíneos densos denominados «barrera de sangre del cerebro», por lo que la mayoría de ellas muere antes de implantarse en el cerebro, mejor protegido que otros órganos.
«¿Qué las mata? ¿Y cómo ocasionalmente algunas células sobreviven, a veces ocultándose en el cerebro durante años, para finalmente engendrar nuevos tumores? ¿Qué las mantiene vivas y dónde se esconden?», se pregunta Massagué, también director del Sloan Kettering Institute de Nueva York.
Según se detalla en el estudio, cuando las células metastizadas llegan al cerebro se encuentran unas células (denominada «astrocitos») que las fuerzan a autodestruirse.
Las únicas que sobreviven lo consiguen al producir otra proteína («Serpin») que actúa a modo de antídoto.
Un «abrazo esencial»
Tras tomar imágenes de las células cancerígenas en cerebros de ratones, los investigadores averiguaron que las células sobrevivientes crecen juntándose a los capilares sanguíneos «como un oso panda abrazando un tronco de árbol», según explica Massagué.
«El abrazo es claramente esencial», insiste Massagué, quien añade que si un tumor célula tumoral se separa de su vaso, los astrocitos la matan y que, al quedarse, obtiene nutrición y protección y puede además empezar a dividirse y formar un forro alrededor del capilar.
Este descubrimiento podría convertir a estas células en el objetivo de nuevos fármacos que disminuyan el riesgo de metástasis.
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