Aulas hospitalarias: más que aprender , entrevista a Luz María Ariza

«Les decimos que son los niños de las estrellas y en sus tubitos entra un líquido mágico que les cura».

A través de la simbología e intentando introducirse en el mundo mágico de los niños, Luz Mª Ariza explica cómo les enseñan a los pequeños a aceptar su enfermedad, a perder el miedo, a aprender los unos de los otros, e incluso a morir.

Hace ya 60 años que se fundó el aula hospitalaria del Hospital Clínico San Carlos, de Madrid. De hecho, es el aula hospitalaria más antigua de España.

Para su directora, Luz María Ariza, “hace falta mucho amor y mucha sensibilidad para que, en esos años, se preocupasen de cubrir un área tan vital para los niños”. Hoy, después de sus 40 años de trabajo, ella sigue manteniendo vigente esa semilla pionera e innovadora con la que se crearon estas aulas.

¿Cómo ha ido evolucionando esta aula?

Cuando yo empecé, la enseñanza era más pedagógica, ya que los niños estaban mucho tiempo en el hospital, y tenías que trabajar más las áreas fundamentales –Lengua o Matemáticas–. Pero ahora la medicina ha avanzado y los niños están menos tiempo, así que para mí es más importante que estén aquí contentos.

¿Cómo se desarrolla su trabajo aquí?

Cuando llegamos hablamos con los médicos y las enfermeras, que nos informan de los niños que pueden venir al aula, y de los que se tienen que quedar en la habitación, ya sea por una operación, una fractura o por una enfermedad infecciosa. Por ejemplo, los niños oncológicos que están muy débiles inmunológicamente, tampoco pueden venir.

Entonces, a ellos se les da atención psicopedagógica en las camas. En teoría esta aula es unitaria, porque ningún día sabemos quién va a venir, sino que tenemos que trabajar con nuestra propia creatividad y con la improvisación. Utilizamos mucho el juego corporativo y el tutelaje. Tú ayudas al pequeño, el pequeño te ayuda a ti, y de esta forma todos aprendemos y todos enseñamos.

Al tener a niños de distintas edades, la enseñanza supongo que será más difícil…
El niño te da la pauta. Si el niño ingresa y al salir de aquí tiene un examen, no hace falta que le digas que estudie, porque él se trae los libros, se pone a estudiar y tú le ayudas. Pero si el niño viene un día, y no tiene exámenes, lo importante es que disfrute y que piense que de la enfermedad se pueden aprender muchas cosas.

Hay niños que entran aquí con un juguete que no han soltado en su vida, y salen sin él, porque lo han dado a otro niño. Para mí es muy importante que se den cuenta de qué significa la enfermedad y de lo que le pueden enseñar a los otros niños. Hay cosas más importantes que yo les ponga cuatro sumas, porque ésas las van a hacer cuando salgan, y sin embargo aquí pueden aprender otras cosas que en su medio y en el colegio no aprenden.

Cuénteme cómo suele ser un día aquí en el aula.

Aquí cuando entran, se sientan y hacemos una dinámica de grupo, que les sirve para conocerse y también para perder el miedo. Si un niño dice que le van a operar, otro se levanta su pijama y le muestra su operación y le dice que no pasa nada. Luego hablamos, leemos cuentos, trabajamos el Lenguaje, las Matemáticas o la Informática de una forma lúdica.

Para mí sería mucho más fácil recurrir al archivo de fichas, que en teoría tengo, y repartirlas para que se pongan a hacer sumas y restas, o ejercicios de lenguaje, pero esta otra forma para mí es más bonita, más gratificante y enriquecedora, y ellos aprenden más.

¿Cómo le enseñan a convivir con la enfermedad?

Les enseñamos a respirar para que cuando les hagan punciones lumbares les duela lo menos posible, a relajarse, e incluso a meditar. Utilizamos también otras técnicas alternativas como el reiki, masajes con las manos. Les enseñamos a aceptar la enfermedad, a colaborar con los médicos, le razonamos por qué le están poniendo el tratamiento. Les decimos que son niños de las estrellas, que son chulísimos los tubitos que tienen, por los que entra un líquido mágico que les cura, y ellos van tan contentos con sus tubitos.

A pesar de toda su experiencia, tiene que ser duro...
Es duro porque nos implicamos mucho. Vivimos mucho la enfermedad de los niños. Ten en cuenta que tenemos a 15 niños, cada uno con una patología distinta, de una clase social distinta, y tenemos que mantener el equilibrio y la armonía, que se den cuenta qué les pasa y se ayuden mutuamente.

Supongo que habrá momentos que no serán fáciles.
También les ayudamos a morir y se lo decimos.

¿Y cómo lo hacéis?

Los niños son muy maduros. Ellos lo saben. Tienen mucho miedo a la oscuridad. Pero en el momento que les dices que no hay oscuridad, sino luz, se quedan más tranquilos. Trabajamos con los ángeles, con la energía del amor y con lo que haga falta. Con los niños oncológicos, a una hora determinada, quedamos con la familia para pedir por ellos. Es una forma de enviar energía a través del amor. La abuela reza por él y el primo le dice que se cure. Así, ellos encuentran mucha paz.

¿Y el niño se queda tranquilo en esta situación?

Cuando se preguntan: “¿y por qué yo?” Les decimos: “porque nos tienes que enseñar muchas cosas, porque lo que tú nos enseñas no está en los libros”. Y cuando van creciendo piensan que su vida no tiene sentido. Entonces hay que desarrollar los trabajos de amor. Por eso, aquí se va más allá de la instrucción.

¿Y preguntan por el tiempo que viven?

Claro, pero les transmitimos que el tiempo no quiere decir intensidad. Hay personas que están muchos años y no dejan huella y hay niños que están poco tiempo, pero dejan su marca. El tiempo es lo de menos. Lo importante es la intensidad con la que se vive ese tiempo. Y eso nosotros se lo hacemos ver. Por eso son los niños de las estrellas, los niños maestros y del amor. Ellos no se van frustrados porque no han hecho nada. Han hecho mucho, han trabajado de la forma que su tiempo les ha permitido, enseñándonos a los demás.

Estas experiencias le harán también plantearse en el mundo en el que vivimos.
A los niños no los engañas. Primero te tienes que trabajar tú y estar convencida de lo que vas a decir, porque si no es así, el niño lo intuye y no te cree. Si yo le digo que va a volver a casa, es porque yo creo en el otro lado, igual que si yo le digo que no se preocupe, que van a estar junto a él. Y si les digo que pidan ayuda, es porque yo sé que la van a tener.

LOS PADRES

El sufrimiento

“Cuando enferma un niño, enferma también la familia. Las fases de los crónicos las pasa la familia: la negación, el rechazo, la culpa, la depresión… Un niño de tres años con cáncer no sabe lo que le pasa,y está tan contento aquí. Esas fases las pasan los padres, y nosotros trabajamos mucho con ellos. Les abrazamos, lloramos y reímos”.

“Esperanza y paz”

“Nosotros intentamos estar presentes cuando los médicos dicen a los padres lo que va a pasar, para ayudarles en lo que haga falta. Rápidamente les nombramos profesores y colaboran con nosotros. Intenta-mos suavizar, dar esperanza y les convencemos de que deben tener cuatro bastones: la fe, la esperanza, la paz y la paciencia. Si los padres están bien y tienen esperanza y paz, el niño estará mejor, porque un padre nervioso, histérico y agresivo influye negativamente”.

La fe

“Tuvimos una niña que murió de forma consciente, pero no se encontraba igual cuando estaba con su padre, que era musulmán, que con su madre, que era atea. El padre era muy religioso y una persona muy serena, y cuando la niña estaba con él se encontraba tranquila. Pero cuando estaba con la madre, que no tenía donde agarrarse, era una desesperación, una angustia y una ansiedad. Y eso la niña lo notaba”.