Una nueva investigación ha revelado que la soledad está vinculada a una serie de respuestas inmunes disfuncionales, lo que sugiere que esta condición podría afectar a la salud general.

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Los investigadores, de la Universidad Estatal de Ohio, en Estados Unidos, descubrieron que las personas que estaban más solas mostraban signos de reactivación del virus latente del herpes, y producían más proteínas relacionadas con la inflamación como respuesta al estrés agudo, en comparación con individuos que se sentían socialmente más conectados.

Estas proteínas indican la presencia de inflamación, y la inflamación crónica está vinculada a numerosas enfermedades, como la diabetes de tipo 2, la artritis y el Alzheimer, así como la debilidad y el declive funcional característicos del envejecimiento, publica la Universidad de Ohio en un comunicado emitido a través de Newswise.

Se sabe que la reactivación de un virus latente del herpes está asociada con el estrés, lo que sugiere que la soledad puede funcionar como un factor de estrés crónico desencadenante de un descontrol de la respuesta inmune.

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«Investigaciones previas habían constatado que una mala calidad de las relaciones personales está relacionada con una serie de problemas de salud, incluida la mortalidad prematura y todo tipo de trastornos graves. Y las personas que están solas claramente sienten que sus relaciones son de mala calidad «, explica Lisa Jaremka, del Instituto de Investigación de Medicina del Comportamiento de dicha Universidad, y autora principal de la investigación.

«Una de las razones por las que este tipo de estudios es importante es porque ayudan a entender cómo afectan a la salud la soledad y las relaciones.

Cuanto más entendamos este proceso, más posibilidades hay de contrarrestar estos efectos negativos, y quizá de intervenir en ellos. Si no conociéramos estos procesos fisiológicos, ¿cómo podríamos cambiarlos?”, añade Jaremka.

soledadLos resultados fueron obtenidos a partir de una serie de estudios realizados con dos grupos humanos: un grupo sano de adultos de mediana edad con sobrepeso, y un grupo de supervivientes del cáncer de mama.

Los investigadores midieron la soledad de todos los participantes usando la UCLA Loneliness Scale, un cuestionario que evalúa la percepción de aislamiento social y de soledad.

Jaremka ha presentado recientemente estos resultados en el encuentro anual de la Society for Personality and Social Psychology, celebrado en Nueva Orleans.

La soledad y sus anticuerpos

El proceso de la investigación fue el siguiente: en primer lugar, los investigadores trataron de obtener una instantánea del comportamiento del sistema inmunológico en relación con la soledad, a partir de la medición de los niveles de anticuerpos que aparecen en sangre cuando el virus del herpes se reactiva.

En esta primera fase de análisis, las participantes fueron 200 supervivientes de cáncer de mama, que habían acabado su tratamiento entre hacía dos meses y tres años. Su edad media fue de 51 años. En la sangre se analizó la presencia de anticuerpos contra el virus de Epstein-Barr (VER) y el citomegalovirus (una forma de herpesvirus que pertenece a la subfamilia Betaherpesvirinae de la familia Herpesviridae).

Ambos son los virus del herpes que más infectan a los norteamericanos. Alrededor de la mitad de estas infecciones no producen enfermedad, pero una vez que una persona se infecta, el virus permanecerá latente en el cuerpo y puede reactivarse, dando lugar a niveles elevados de anticuerpos – de nuevo, normalmente de manera asintomática, pero indicando problemas de regulación en el sistema inmunitario de las células-.

soledadLos resultados de estas mediciones demostraron que las participantes solitarias tenían niveles más altos de anticuerpos contra el citomegalovirus que las menos solitarias. Estos niveles elevados de anticuerpos pudieron relacionarse con un nivel más alto de dolor, de depresión y de síntomas de fatiga.

No se observaron diferencias en los niveles de anticuerpos para el virus Epstein-Barr, posiblemente porque la reactivación de este virus está vinculada a la edad y muchas de estas participantes eran un poco mayores, lo que supone que una reactivación asociada a la soledad en este caso resultaría difícil de detectar, explica Jaremka.

En segundo lugar, en un conjunto adicional de estudios, los científicos trataron de determinar cómo afectaba la soledad a la producción de proteínas proinflamatorias, o citosinas, en respuesta al estrés. Estos análisis fueron realizados con 144 mujeres del mismo grupo de supervivientes de cáncer de mama y con un grupo de 134 adultos saludables, de mediana edad y mayores, con sobrepeso.

Se tomaron muestras de sangre de todos los participantes, que además fueron sometidos a estrés: para ello se les pidió que emitieran un discurso improvisado, de cinco minutos de duración, y que realizaran mentalmente una tarea aritmética frente a una cámara de vídeo y tres personas. Además, los investigadores estimularon los sistemas inmunes de los participantes con un lipopolisacárido, un compuesto que forma la parte mayoritaria de la capa externa de la membrana externa de bacterias, y que se sabe desencadena una respuesta inmune.

En ambos grupos de voluntarios, los que estaban más solos produjeron niveles significativamente más altos de una citocina llamada interleucina-6 o IL-6, en respuesta al estrés agudo, que los participantes socialmente más conectados.

Los niveles de otra citosina llamada factor de necrosis tumoral alfa también aumentaron mucho más entre la muestra de individuos solitarios que entre los participantes menos solitarios. Estos resultados resultaron significativos en términos de estándares estadísticos en el grupo de adultos sanos.

Por otra parte, en el caso de las supervivientes del cáncer de mama, los investigadores también analizaron los niveles de la citocina interleucina 1-beta, que se produjo a niveles superiores en las participantes más solas.

Todos los resultados fueron los mismos tras tener en consideración otros factores potencialmente influyentes, como la calidad del sueño, la edad y ciertos datos de salud general de los voluntarios. Por tanto, según Jaremka, «vimos la coherencia, en el sentido de que las personas más solitarias de ambos grupos presentaban más inflamación que las personas menos solitarias”.

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Tener en cuenta la otra cara de la moneda

«Los mismos procesos implicados en el estrés y la reactivación de estos virus probablemente también son relevantes en el caso de la soledad», afirma la investigadora. «En muchos sentidos, se ha pensado en la soledad como estresor crónico: se trata de una situación dolorosa que puede durar por un tiempo bastante largo», añade Jaremka.

La investigadora concluye, sin embargo, que este estudio tiene un lado positivo: “Es importante recordar la otra cara de la moneda, que las personas más conectadas socialmente experimentan resultados más positivos”, en lo que a su estado de salud se refiere.

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