La empatía es la habilidad de nuestro cerebro emocional para leer o percibir los pensamientos y sentimientos de los demás. Desarrollarla nos permite experimentar las emociones de los demás como si fueran propias, comprender su psiquismo y garantizar el apoyo o la actuación que esa persona necesita.

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No es fácil dibujar un mapa en el que aparezcan correctamente identificadas las emociones propias y las ajenas, pero el esfuerzo por conseguirlo merece la pena. Si lo logramos tendremos una estupenda referencia que influirá de manera positiva en el tipo de vínculos que establecemos, en la mano que somos capaces de tender y en la alegría que seamos capaces de experimentar a partir de la generosidad.

Porque lograr ponernos el traje de la tristeza de otra persona, por ejemplo, es una maravillosa destreza que nos ayuda a movernos por el mundo acompañados de una valiosa e inteligente capacidad emocional.

En contra de lo que pueda parecer, teniendo en cuenta que le término se ha incorporado al lenguaje general, no es sencillo alcanzarla ni conseguirla. No obstante, a nuestro favor juega le hecho de que somos seres emocionales que aprendimos a pensar, no máquinas pensantes que aprendimos a sentir. Aunque de eso nos hayamos olvidado…

El aprendizaje emocional, la base del desarrollo de la empatía

Nuestros primeros contactos emocionales nos enseñan qué ver y qué no ver en el mundo de los sentimientos y de las emociones. Así, nuestro aprendizaje empático conforma en sí mismo varias premisas:

El primer aprendizaje empático se basa en que tenemos que poner empeño en lograr percibir las emociones de los demás. Es decir, tenemos que sintonizar con los sentimientos y emociones ajenos para favorecer la comprensión de su mundo interior.

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El segundo aprendizaje mantiene que actuar empáticamente no implica en absoluto adoptar la perspectiva ajena sino ver el mundo con otros ojos, lo cual nos ayuda a comprender por qué una persona actúa de cierta manera.

La comprensión empática contiene en sí misma una respuesta emocional hacia la persona en cuestión que trata de comprender los motivos que le llevan a ciertos sentimientos y acciones.

Además de eso tenemos que entender que no vale solo con percibir y comprender lo que otro siente sino que debemos saber transmitirle que está siendo comprendido, de manera que se cierre el circuito y los beneficios de ser empáticos se hagan patentes.

O sea que se trata de coordinar actuaciones a nivel cognitivo, conductual y sentimental. Además es importante diferenciar entre la empatía y la simpatía, pues aunque a través de la simpatía logramos percibir los sentimientos ajenos, esta no nos permite comprenderlos.

La empatía supone comprender y experimental los estados emocionales de los demás como si fuesen los nuestros. La sensibilidad para captar los mensajes no verbales es algo que hay que practicar de la misma forma que practicamos ecuaciones matemáticas o análisis sintácticos.

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Empatía, lectura emocional dentro de nuestro cerebro

Con buena disposición podemos alcanzar el clima emocional que nos permite alcanzar esta sintonía y descifrar deseos, anhelos, mensajes profundamente enterrados, necesidades, etc. Todo este proceso maravilloso que a veces puede parecer casi mágico se desarrolla en nuestro cerebro, el cual realiza hábilmente una intensa lectura emocional.

La siguiente cuestión a responder es, inevitablemente, cómo lo hace. Por suerte para nosotros la ciencia va obteniendo respuestas y está consiguiendo localizar numerosas zonas en las que reside nuestra capacidad emocional. Veamos alguno de estos descubrimientos:

   * Uno de los más hallazgos más importantes de la neurociencia ha sido el de las neuronas espejo, las cuales se encuentran presentes en nuestros circuitos emocionales. Estas son unas células cerebrales que cumplen la misión de reflejar en nuestro cerebro aquello que estamos observando (de sobra es conocido el efecto que tiene en nosotros ver cómo otra persona bosteza).

   * El sistema límbico es la base de nuestro cerebro emocional. Esta zona cerebral es funcional desde que nacemos e incluso desde el vientre materno. Engloba el lóbulo temporal, la amígdala, el hipocampo y la zona orbitofrontal. Esta última funciona como estación de repetición, pues percibe y transmite información al resto del cuerpo sobre el estado anímico propio y ajeno.

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   * El lóbulo frontal es nuestro cerebro ejecutivo. Esta parte de nuestro se encarga de modular y de gestionar las emociones del sistema límbico para que podamos encajarlas en el ambiente que nos rodea. Es decir, permite que seamos seres funcionales en la sociedad y nos capacita para actuar correctamente de acuerdo a las normas sociales, así como para ser reflexivos con nuestros sentimientos y acciones.

   * Los hemisferios cerebrales. En términos generales podemos afirmar que nuestro hemisferio izquierdo domina la capacidad para reflexionar sobre las emociones mientras que en el hemisferio derecho el sistema límbico tiene más peso.

Aunque a nivel individual las diferencias cerebrales pueden llegar a ser abismales, se ha encontrado que en los hombres predomina un actividad cerebral ejecutiva en cuanto a las emociones, mientras que en las mujeres el sistema límbico ha adquirido más importante. Esto nos ayuda a apoyar la creencia popular de que el mundo femenino tiende a ser más emocional, entendiéndose así que las mujeres suelen tener mayor capacidad empática.

Sea como sea, la empatía puede ser desarrollada tanto por hombres como por mujeres de la misma manera. Es importante, por lo tanto, que alfabeticemos nuestro cerebro emocional y que nos esforcemos por mirar el mundo desde los ojos ajenos. El viaje es maravilloso…

Fuente lamenteesmaravillosa.com